viernes, 19 de noviembre de 2010

Día # 18 - 02/11/2010: Kengtung. Poblado Akha


Hoy nos levantamos muy temprano (6:30). Tenemos la mala suerte de tener que ducharnos con agua fría. El desayuno no está mal, unas tostadas con mermelada, plátano, una especie de zumo sin serlo, y una pasta recién hecha. De todos modos, ya empezamos a echar en falta el pan con tomate que desayunamos cada día en Barcelona. El hotel está lleno de turistas que, como nosotros, también han venido a visitar tribus.

Puntuales, a las 8:00 estamos en la recepción del hotel esperando a que venga a recogernos nuestro guía Mutu. Nos comenta que los permisos de inmigración todavía no están firmados, así que tendremos que ir a que se los firmen. En Kengtung es necesario un permiso diario para salir del pueblo, así que Mutu necesita tener toda la documentación en regla para que podamos ir a visitar las tribus. Para hacer algo de tiempo, vamos al mercado local acompañados por Mutu y compramos bolígrafos, libretas y también nuestra comida, unos fideos y agua para el día. El mercado no tiene demasiado encanto, pero como en todos, hay mucha actividad. Cuando salimos del mercado vamos a la estación de autobuses a informarnos de los horarios para Tachileik y reservamos dos asientos para dentro de dos días, en el autobús de primera hora de la mañana. Nos avisan que lleguemos muy pronto porque tienen que realizar las gestiones de inmigración para que podamos subir al autobús y realizar el trayecto.

El día es frío y bastante húmedo con algo de niebla baja que no deja ver demasiado bien el horizonte. Nos dirigimos a las oficinas de inmigración y mientras Mutu gestiona los permisos, su hermano pequeño pone a punto el tuk tuk, con el que nos moveremos por el lugar en los próximos días. Mutu ha colocado dos asientos de coche encima de dos ruedas para que no resbalen, en la parte de atrás del vehículo, para que nos sintamos más cómodos durante los trayectos.

Mientras Mutu espera a que los papeles estén en regla, nosotros inspeccionamos los alrededores del lugar. Primero vamos a un templo de donde salimos corriendo después de que unos perros rabiosos intenten atacarnos. Después entramos en un templo budista chino que hay a pocos metros. Finalmente Mutu consigue los permisos y emprendemos el camino hacia el poblado Akha. Al salir del pueblo pasamos por un control donde tenemos que enseñar los permisos para salir. Después tardamos una hora y algo hasta el punto en que dejamos el tuk tuk y empezamos a caminar. Al principio del camino nos encontramos un una mujer que va acompañada de un búfalo de agua. Después de unos 10 minutos de camino fácil y llano empezamos a ascender por una cuesta constante que durará unas dos horas. Es necesario parar a descansar en un par de ocasiones, ya que cuando el sol empieza a apretar, la ascensión se hace más dura. Cuando ya estamos tan arriba que podemos empezar a ver la perspectiva del paisaje salpicado de arrozales y otras plantaciones de cereales, divisamos hasta cuatro poblados Akha. Seguimos caminando y a los pocos minutos entramos en el primer poblado. El guía nos enseña a saludar en su lengua y nosotros rápidamente lo ponemos en práctica saludando a una familia. Mutu ya los conoce y es que él antes vivía en las montañas. Es Akha, pero hace años sus padres decidieron bajar a vivir a la ciudad, para que sus hijos tuvieran una vida mejor. Entramos a la casa. Están destilando alcohol de maíz y nos invitan a tomar dos chupitos. Es muy fuerte! Pero tenemos que beberlo para agradecer su hospitalidad.

Después de visitar esta primera familia a la que regalamos algunos bolígrafos y libretas, nos dirigimos a otra casa donde, a diferencia de la primera, no hay ninguna mujer con la indumentaria tradicional. Otra vez nos invitan a tomar dos chupitos de alcohol. Después paseamos por el poblado saludando a todos los que nos encontramos. Una de las mujeres con la que nos cruzamos habla con nuestro guía y le dice que no se encuentra bien y nos pregunta si llevamos alguna medicina. Entregamos una pastilla, pero le decimos que la parta en dos para que pueda tomársela en dos veces… no vaya a ser que no le siente bien. El pueblo está lleno de gallinas y cerdos que corren a sus anchas. Cambiamos de poblado. En este nos encontramos con la mujer más mayor de la comunidad. Nos cuenta que tiene 78 años y va vestida con toda la indumentaria típica de las mujeres Akha. El guía nos dice que no podemos tocarla y bromea diciendo que si Bere la toca tendrá que quedarse a dormir. Le regalamos champú y le tomamos algunas fotografías, antes de seguir disfrutando del lugar.

Nos explica Mutu que el pueblo está vacío porque es época de recolecta y la mayoría de los hombres y mujeres están trabajando en el campo. Dejamos el pueblo y nos adentramos en el bosque, hasta que llegamos a una escuela repleta de críos jugando en el patio. Rápidamente pasamos a ser el punto de atención del lugar. Todos nos siguen hasta el edificio de la escuela donde conocemos a dos de los siete maestros que se encargan de los 270 alumnos que ahora tienen registrados. Hoy no hacen clase porque están preparando el lugar para las próximas elecciones, ya que el colegio será un punto para que la población de los alrededores vaya a votar. El guía nos explica que para los Akha las elecciones no son importantes, y que no están interesados en quién pueda ganar. Nos comenta que su vida es cultivar la tierra y vivir con lo poco que tienen, sin importarles o preocuparse por cómo funciona el país, al menos las gentes que viven en las montañas. De todos modos, son una de las tribus más ricas del lugar e intentan que sus hijos vayan a la escuela. Repartimos las libretas y los bolis a los profesores de la escuela y después nos dirigimos a otro poblado.

En la entrada de los pueblos pasamos por lo que es como el marco de una puerta construido con ramas. Nos explica el guía que es para ahuyentar a los espíritus malos y es que independientemente de la religión que hayan adoptado, los Akha tienen sus propias creencias. Como en los otros, este pueblo también está plagado de críos semidesnudos que pasan el rato jugando con los animales. Buscamos una casa donde nos puedan hacer la comida que por la mañana hemos comprado en el mercado. Vamos a un par de casas, pero todo el mundo está en los campos, hasta que encontramos una donde vive una mujer que nos ayudará con el tema de la comida. Lo que parece ser la cocina de la pequeña choza donde vive está desordenada y muy sucia.

Nos sentamos un rato a la sombra, mientras jugamos con una gallina que corretea por el lugar. Al cabo de unos minutos, llega el padre de la familia con una cría que carga con leña a la espalda. Les saludamos, aunque no nos hacen demasiado caso.

Mutu, que nos había dejado solos unos minutos, llega y nos comenta que ha encontrado una casa en la que esteremos más cómodos. Además, ha cogido prestada una moto del pueblo y hace dos viajes para llevarnos a lugar, primero yo, y después Bere. Llegamos a una casa algo más grande que la anterior y más espaciosa. La cocina, que ya está llena de humo porque están empezando a calentar agua para hervir las verduras, está separada de la zona de dormir. Nos sentamos en unos bancos redondos bajitos fabricados de madera y bambú y yo me entretengo limpiando la cara y las manos de un crío pequeño de dos años. Lo dejo limpio como una patena, pero con tan mala suerte que se me pone a llorar. Rápidamente viene su abuela para llevarlo a dormir. Mutu nos recomienda cambiarnos de lugar para que no acabemos intoxicados por el humo y llevamos la mesa y los asientos a una especie de terraza que hay en un lateral de la casa. Allí, nos sentamos, bebemos te que nos ofrecen mientras hacen la comida: noodles con verduras y huevos revueltos. La comida no tarda mucho en estar lista. Mientras comemos la mujer nos sirve más chupitos de alcohol de maíz… aiiii, que hoy bajaremos la montaña de lado!! Bebemos un par de chupitos mientras la mujer se engalana con todos los ropajes típicos para que le hagamos una foto con su nieto. Bere monta su trípode y aprovechamos para hacernos una foto con ella los dos. Le pagamos 1200K por los huevos y le regalamos caramelos para el crío. Después emprendemos el camino de vuelta.

Ya son las 15:00 y no nos queda mucho rato de sol, así que nos apresuramos durante el camino de bajada para no quedarnos sin luz. En hora y media ya estamos de nuevo en la carretera. Por el camino nos cruzamos con críos y con un matrimonio Akha que regresa al pueblo después de un día duro de trabajo segando arroz. Explican al guía que están preocupados por el transporte de la cosecha al pueblo, ya que están mayores y tienen hora y media hasta su pueblo. También nos cruzamos con otra familia donde una de las mujeres ha sido madre hace pocos días y mientras conversa con nuestro guía da de mamar a su bebé. Suponemos que ha estado todo el día trabajando en el campo con el bebé a la espalda. Cuando llegamos a la carretera nuestro transporte todavía no ha llegado, así que seguimos andando por la carretera hasta que el hermano pequeño de nuestro guía aparece con el tuk tuk. De bajada paramos en el peaje de inmigración donde revisan de nuevo los papeles, y apuntan que regresamos a dormir al pueblo como dictan las normas.

Durante el camino conversamos con el guía. Nos explica que el tuc tuc le costó 1100$ y que su hermano no le ayudó a pagarlo. De hecho, comenta que él mantiene a toda su familia. Por el camino tenemos que parar, porque parece que su hermano en el camino de subida ha matado un par de gallinas y tienen que arreglar cuentas con sus dueños.

Al llegar al hotel nos duchamos, esta vez con el agua calentita y después nos vamos a cenar al pueblo. Son pasadas las 19:00, pero tenemos la sensación que son las 22:00 de Barcelona. Después de la cena nos vamos a descansar. Estamos agotados y mañana tenemos otro trekking a la vista. Fins demà!

Para ver todas las fotografías de este día sigue este enlace o, este otro para verlas como presentación.

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